domingo, 22 de agosto de 2010

- Chocolate -



-Chocolate blanco, chocolate negro, chocolate con leche... chocolate de fresa, chocolate de manzana, chocolate con menta... chocolate a la taza, bombones de chocolate, cigarrillos de chocolate...
Tantos y aparentemente tan diferentes, pero todos comparten una misma misión: convertirse en el chocolate que te enamore, que se te haga la boca agua de tan solo pensar en comer un trocito y que sea ese y no otro con el que sueñes en las siestas antes de la merienda.
Si de verdad amas al chocolate, lo mejor es que lo consumas en pequeñas raciones o bombones; en el caso de los chocolates grandes es más difícil. Cuando abres una cajita de bombones, cada uno tan cuidado con su acabado y envoltorio, de alguna manera es más fácil escoger uno o dos y volverla a guardar porque visualmente el concepto es claro: cuando se te acabe tendrás que ir a por más y siempre corres el riesgo de que lo acaben dejando de fabricar.
Si tienes una tableta de medio kilo de tu chocolate preferido, es muy probable que le des un mordisquito y lo guardes, acostumbrado a las dosis pequeñas, te bastará con la satisfacción que obtuviste cuando pensaste en su sabor, cuando lo saboreaste y finalmente, cuando lo recordaste. Pero el chocolate está en el armario, y hay quien no sabe por qué dosificar, que es impaciente, o que simplemente no le ve sentido después de haber esperado tanto tiempo a que llegase el día en el que tuviese tal cantidad de chocolate junto, que prefiere sustituir el momento de la espera y del recuerdo por más chocolate. Todo dependerá de a qué velocidad comas, pero de esta manera lo que pudo durar por meses, años, semanas o incluso durante toda la vida, se acabe, o mejor dicho, que termine el periodo de vida en el que era ese el único chocolate que necesitabas. ¿Por qué? Porque el abuso nos enferma; nos protege del exceso sin poder controlarlo, y si eliminas el deseo y la añoranza en el proceso fundamental de comer chocolate, tu cuerpo no es capaz de asimilar chocolate, chocolate, chocolate, chocolate, chocolate, chocolate, chocolate... si a ti te ha cansado leerlo 7 veces, imagina cuanto le cuesta a tu estómago tener que digerir tal cantidad de chocolate... no puede, y no tardan en aparecer las consecuencias. Llega un momento en el que el estómago dice basta y automáticamente vomitas; sudas, te ahogas y ves como tu delicioso chocolate se cuela en forma de dolor por el retrete.
A partir de este momento es cuando empiezan los problemas. El dolor que te causó el chocolate que más te gustaba hizo que estuvieses 3 días con náuseas de tan solo pensar en su olor, textura o sabor, o cualquier cosa que te lo recordase, pero con el tiempo todos acabamos echándolo de menos. Por fin decides volver a la chocolatería, pero temes encontrarte con tu antiguo chocolate y con la impotencia de saber cuánto te gustaba, cuánto pensabas en él y cómo lo saboreabas... de algún modo lo ves y te das cuenta de que es el chocolate perfecto, pero ya te es imposible volver a consumirlo; pudo serlo, pero ya nunca volverá a ser para ti, y si lo hace, no podrá parecerse a la primera vez. Buscas un sustitutivo que sea lo más diferente posible, para que no te recuerde al anterior y poder saborear y disfrutar de nuevo, pero todo lo que pruebas o te recuerda a tu querido chocolate, o no te satisface ni te entran ganas de comértelo como antes... tanto así que serías incluso capaz de dejar que caducase mientras evitas cada merienda para no tener que recordar lo que perdiste, y lo peor de todo fue que la culpa la tuvo el quererlo demasiado.
Es posible que acabes pensando que el chocolate no es lo tuyo e intentas distraerte con otras cosas, pero nada consigue ilusionarte tanto como él. Volverás a las andadas, sin duda, y probarás muchísimos chocolates antes de encontrar otro compatible contigo, pero esta vez si no lo venden en bombones, lo dosificarás y disfrutarás de él hasta que se acabe, o encuentres uno mejor.
Es importante hacer referencia a la presentación, muy a tener en cuenta a la hora de comprar, o quizá sería mas acertado decir que lo importante realmente es no tenerlo en cuenta. Son muchos los chocolates que intentan engañarte con su aspecto. Los que tienen forma de corazón, probablemente pretendan decirte "te quiero" para que al menos eso te consuele por estar comprando chocolate desaborido. Otros juegan con las formas, con los envoltorios, con mensajes... pero os aconsejo, ya que se come con la boca y no con los ojos, que un chocolate no sabe mejor por tener una forma entrañable o un envoltorio probablemente más caro que el producto, sabe mejor por su sabor, por eso cierra los ojos y que sea esta la manera de elegir cuál es el chocolate por el que procuraras recobrar la ilusión. Si después de esto ninguno te convence, comprar un chocolate que te quite la gula sería seguir deteriorando lo que sentiste por aquel chocolate, y que poco a poco olvidarás y llegará un momento que ya no sabrás como se saborea, ya que ahora lo comes sin más.
Probablemente el texto sea más sentimental y profundo, si cambiamos el chocolate por el amor, el estómago por el corazón, los besos por el sabor y algún que otro termino, pero es que el chocolate presenta muchas ventajas sobre el amor; algunas de ellas:

-Si decides consumir un chocolate y no te gusta, al tirarlo solo perderás dinero.

-El chocolate no necesita convencerte de nada con palabras; quizá haya a quien interese que consumas uno u otro, pero en realidad no se anda con muchos rodeos; es y te da lo que es y lo que te debe dar; sin más.

-Si te gustan varios chocolates a la vez, puedes combinarlos cada día de la semana.

-Por muchos envoltorios, formas o colores que pueda tener el chocolate, saber si lo que ves se corresponde con la realidad es tan sencillo como deshacerte de lo que no es chocolate, cerrar los ojos y morderlo; el chocolate no sabe mentir, ni tiene la necesidad.

-Si cometes el error de cambiar tu chocolate habitual por otro que creíste mejor, siempre puedes volver atrás.

-Cuando comes chocolate, el único que decide cuál y como comerlo eres tu.

Es más fácil escribir sobre comida que sobre amor, y por supuesto más fácil comer que amar; lástima que a mi ya no me guste el chocolate...