lunes, 30 de noviembre de 2009

- Once upon a time -

- Un día enseñé a mi perro a encender y apagar las luces. Cuando pulsaba el interruptor con el hocico, le premiaba con una galleta. También le enseñé a abrir puertas apoyando las patas en el pomo; acabó aprendiendo hasta a abrir las puertas correderas. Al principio era muy gracioso; encendía y apagaba luces, abría puertas... y él disfrutaba de su galleta. Pero él quería galletas constantemente; abría mi puerta, me apagaba la luz y yo me enfadaba; entonces se iba a la habitación de mi hermana, y hacía lo mismo, con las mismas consecuencias... y todas las puertas de mi casa acababan abiertas, y las luces no paraban de apagarse y encenderse hasta que Simba se cansó, y supongo que al no saber llorar, ladraba. Se pasaba el día y la noche ladrando; los vecinos no paraban de quejarse, y cuanto más le castigábamos, más agresivo se volvía.
El pesaba 60 kilos; era un cruce entre Bobtail y Labrador.
No lo podíamos controlar.

El quería sus galletas, pero nosotros no podíamos darle tantas y solo queríamos que callase.
Un día mi padre se lo llevó, y volvió sin él.
Deduzco que lo sacrificaron.
Ahora tengo a Golfo, pero no le he enseñado ni pienso enseñarle nada; solo aprendo de él; “No le pidas peras a Luís del Olmo”, cada persona, animal o cosa es esa persona, animal o cosa, solo eso; intentar convertir algo en lo que no es puede acarrear muy malas consecuencias. Si te disgusta el mundo, no malgastes el tiempo en cambiarlo y aprende a disfrutar de lo que realmente es cada cosa. Es más fácil cambiarse a si mismo que al resto del mundo.

*Viendo el vídeo en YouTube verás en bocadillos de los pensamientos de Golfo.

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